jueves, 19 de julio de 2012

El delicado equilibrio del Ciervo volante



(La foto del ciervo no sé de quien es, la del águila es obra de Vadim Onishchenko)
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miércoles, 11 de julio de 2012

Verde sobre verde, la langosta viene




Y si tienes miedo, te la pierdes.

Y ¿no hay más, Blas?

Pues verás...
Por no tener miedo a los bichos me tocó un cometido muy especial en el cole, era la que recogía los bichos que daban miedo. Cargo cargante pero curioso, me dio la oportunidad de sentir el tacto de escarabajos, saltamontes y langostas (las langostas son más suaves), de ingeniármelas para poder cogerlos sin matarlos, cosa que no siempre pude; y de coger algun que otro pajarillo despistado (eso sí que era difícil pero contaba con la ayuda entregada de los chicos de la clase, que querían demostrar su ingenio para hacerse con el pajarillo).
Que hablando de pajaros, hay gente que tiene una fobia enorme al tacto de los pájaros y se estremecen con la sola idea de que los toquen. Pero nadie me ha explicado qué es, si miedo, si asco, si aprensión a las plumas, a lo frágiles que son, qué ssé yo...si alguien puede contar qué le resulta tan repelente, soy toda oídos.

Y ¿no hubo ningún bicho que te diera miedo o asco?, no me lo creo.

Lo hubo. Hubo un gusano que a día de hoy no soy capaz de identificar, que sólo puedo describir como la mejor emulación de un trozo de solomillo de 10 cm (o 10 metros, ante tamaña profusión cárnica era fácil perder el concepto de las proporciones) que un anélido fuera capaz de acometer, y que me dio un asco infinito, qué digo infinito, era un asco viscoso, táctil y sideral, hiperespacial. El jardinero se haría cargo de él porque yo no pude. Pero sigo preguntándome qué clase de bicho era ese.