miércoles, 3 de junio de 2015

En la consulta del médico me llaman mami

 
Da igual cómo te llames, al convertirte en madre te enteras de que tu nombre es un accesorio bastante prescindible aunque  no lo suficiente como para que Hacienda se olvide de ti.
El asunto es que para el personal médico el nombre de la madre es algo que se deja colgado en la puerta del paritorio. Como se trata de un colectivo bastante sensato han encontrado el nombre de sustitución ideal para ti: "mami". Lo cual es una buena muestra de su espíritu práctico y ahorrativo de este colectivo,  ni se desperdician letras en el apelativo ni se puede una quejar de que no se nos dé a todas un trato igualitario.
Bueno, sí que hay una queja ya que no acabo de entender el diminutivo en "i", con mamá hubiera bastado y, admitásmolo, que un desconocido te llame mamá es tan intimista y estúpido como que te llame mami, así que se me escapa por qué han elegido el lo segundo. A ver si alguien puede explicármelo.
Así que en lo sucesivo, y durante un periodo de tiempo que puede alargarse mucho (pero mucho, muuuucho), cualquier médico, enfermera o celador que te pille despistada se va a dirigir a ti con una palabra con la cual no se atrevería a llamar a su propia madre en la consulta del médico, mami.
Habrá veces que te pille con el sentido maternal en plena efervescencia, como cuando da una oportuna subida de leche en público, y te pares justo a tiempo antes de articular alguna cursilería al estilo de "qué quieres flor de mi vida" a una médica más ancha que un armario de cuatro puertas o a un enfermero con un bigote digno de un sultán turco. Eso sí, si la médica en cuestión tiene cara de niña o el enfermero parece recién salido de la escuela, lo siento mucho, estos desactivan las alarmas y es muy posible que se lo acabes diciendo la cursilería maternal con toda la boca, y que después te dés cuenta de lo que has dicho.
Pero en otras ocasiones, lo que se te sube no es el espíritu maternal sino la mala leche de Darth Vader, pero al revés, ya lo que te sale es "(Luke) yo no soy tu madre", "pero si quieres te la busco, so ridículo, digo...bonito".
O sea, a diferencia del personal médico, en el colectivo maternal el espíritu práctico y ahorrativo brilla por su ausencia y no solemos hacernos con mucha facilidad al nombrecito que nos endiñan, especialmente algunos días en los que el sol no brilla con rotundidad en nuestro horóscopo o no nos recorren mariposillas maternales por el estómago a la vista de hermosas fotografías de bebés sonrosados de mejillas de hogaza de pan de pueblo. Y creedme, hay días en los que te entran ganas de pintarle un buen mostacho a todos esos bebotes.

  Cuando tienes un niño pequeño enfermo es muy posible que te encuentres en esos días con más fecuencia de lo que le gustaría a tu úlcera, tensión arterial y arrugas del entrecejo, pobres sufridores inocentes de tu mal humor mal contenido. Pero estos días se sortean con más pena que gloria dado que lo que te traes entre manos, la salud de tu hijo, es más importante que darle rienda suelta a la mala leche que te entra cuando el médico te llama mami. Eso sí, se te va colmando la paciencia poco a poco, y normalmente a la cuarta vez que te llaman de ese modo empiezas a ser consciente de que las estás contando.


  Sin embargo hay situaciones que son especialmente enervantes cuando el niño ha crecido y ha pasado al pantanoso terreno de "en observación", ya que al cansancio hay que añadirle el aburrimiento. Cada x tiempo hay que repetir las mismas pruebas y escuchar las mismas explicaciones por parte de distintos médicos. Cuando las pruebas no son concluyentes de nada, cosa muy frecuente, el apelativo empieza a picar de verdad. El médico mira el informe, repasa la pila de pruebas nuevas, se gira, te mira con gesto grave y te dice mami; y te vuelve a explicar lo que te han explicado cada vez que has ido a hacerle las pruebas al niño. Te cuenta que no debes preocuparte porque sabe que la especie que se conoce como mami es delicada y dada a los sobresaltos para, a continuación, pasar a detallarte por qué debes preocuparte, dado que una vez más las pruebas no demuestran nada y tu hij@ tiene acceso a todo un catálogo de condiciones médicas de nombre raro y distintos niveles de gravedad, todas oportunamente crónicas y si es posible idiopáticas, y para las que existe un tratamiento largo, costoso e ineficaz que terminará diligentemente en una intervención quirúrgica o varias que no te recomienda, pero que es la única solución definitiva a las mismas.
  A estas alturas, creedme, llega el momento en que ya has desarrollado una capacidad de aguante de este tipo de discursos digna de un ministro de economía de Grecia (Varoufakis, he dicho Varoufakis), y lo único que te apetece es mirar fíjamente al médico a los ojos y decirle con toda flema de una reina inglesa: "¿TENGO PINTA DE SER TU MAMI?".