Llego, una furgoneta cargada de muebles, dos gatos en sus transportines, medio pais a las espaldas. Miro las calles, las casas bajas repelladas con yeso me parecen de un escenario. No me puedo creer que esté aquí, no puedo creer que viva aquí.
Pronto comienzo a salir al campo, y el cielo es un descubrimiento. Primavera, aves, llegan las migrantes. Sobre mi cabeza el cielo se cuartea con el vuelo de tantas aves distintas que tengo que darme cuenta de que quiero aprender a diferenciarlas. Pronto la curiosidad me llega a distinguir las insectívoras de vuelo rápido de las rapaces, las limícolas, las que se alimentan sobre tierra. El rumor del agua da paso a los numeroso cantos y chillidos que puedo oir, tanta variedad me abruma. Cientos de especies distintas en tan poco espacio.
Pero en el pueblo, sobre esas calles de escenario de película de pueblos, las insectívoras también recortan el cielo con sus vuelos rápidos, picados, giros, bucles, pasadas, y remontes. Aviones y golondrinas vuelan raspando el suelo, anidan a simple vista, tienen trinos fáciles de identificar. Sobre ellas los vencejos, con su forma de boomeran negro, volando más rápido, girando, cruzándose, agrupándose y disgregándose en cuestión de segundos. Forman bandos bulliciosos con sus chillidos roncos, su forma de volar y cambiar de rumbo con esos arcos tan cerrados me recuerdan a las planeadoras con las que los traficantes de hachish pretenden burlar a las patrulleras. Para mi los vencejos son los piratas del aire, por la forma de maniobrar y hacer y deshacer grupos. Me acostumbro a esperar a los vencejos cada año, a principios de abril.
La foto la he tomado de: http://sabersabor.es/una-vida-de-record-los-10-hechos-portentosos-del-vencejo/, el autor es Tomas Kuran |
Camino pesadamente por las calles del pueblo, me aburro tristemente mientras empujo un carrito de bebé. Mi tiempo es un bucle de rutinas entre las que apenas quepo yo, lo que es ese yo que queda anegado bajo ñoñerías y convencionalismos. El invierno se empeña en prolongarse, se afianza en las esquinas heladas, en los cruces con remolinos de viento. Los mirlos rechonchos son la única cosa que ver sobre los cielos de la calle de cartón. Hasta que aparecen las golondrinas. Los aviones. Finalmente los vencejos. Echo de menos las salidas al campo, quiero ver otra vez los vuelos de cientos de aves, pero no puedo. Espero. Aviones y golondrinas anidan bajo los aleron de los tejados. Los gorriones a veces los acosan y los echan de sus pequeñas tazas de barro. Algún vencejo, pero apenas chilla, no hacen bandadas. Arcos de vuelo negro que entran y salen de huecos en los tejados.
Espero. Paseo con el carrito y espero. Finales de mayo. Aviones y golondrinas cantan estrepitosamente. El calor se apropia de la calle de cartón. Es un predador, que acecha en las aceras y las paredes, y acaba secando el único árbol de la calle. Las golondrinas empiezan a hacer rasantes por las calles. Se ven en pequeños grupos. Y entonces...los vencejos empiezan a hacer el pirata, tal como los recuerdo. Recortan el cielo de la calle de cartón, chillan, se agrupan, giran rápidamente con el cuerpo totalmente de lado, hacen giros en diagonal. Los piratas están buscando insectos para su prole que esconden en nidos en pequeños huecos de los tejados. El cielo es una fiesta y eso me consuela de no poder salir al campo.
http://news.bbc.co.uk/earth/hi/earth_news/newsid_8539000/8539383.stm |
Más sobre la calle de cartón:
http://vadebichos.blogspot.com.es/2012/10/aviones-y-golondrinas-sobre-la-calle-de.html
http://vadebichos.blogspot.com.es/2011/08/descubriendo-los-dinosaurios.html
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