domingo, 14 de octubre de 2012

Algunas de las cosas que les pasan a los gatos en la calle (III)

Que los envenenan, y cuando están agonizando vienen unos niñatos a rematarlos a palos.

Esta imágen la tomé un día en mi ciudad. La foto ha estado levitando en el archivo de  no publicables durante un año y medio, y a la hora de hacer la última limpieza y mandarla a la papelera, decidí dar marcha atrás y sacarla. Porque somos todos mayores,  y habrá que ver las cosas que ocurren delante de nuestras casas, en nuestras calles.
Porque hablamos mucho de los gatos que envenenan y maltratan, pero nos avergonzamos de poner las imágenes que puedan herir la sensibilidad de alguien. También pensamos en esos otros que lo que buscan son las fotografías más truculentas posibles para sastifacer al cabrón sádico que llevan dentro. Pero, la mayor parte de la gente ni está especialmente concienciada de los riesgos a los que están expuestos los animales callejeros ni son taimados dispuestos a disfrutar del sufrimiento de un ser sensible. Simplemente no están muy enterados de estas cosas, así que me decido a enseñarlas.

Porque poner veneno está prohibido pero se hace con una facilidad pasmosa, sin conciencia de que el daño que pueden provocar, no sólo al animal al que tienen ojeriza, sino a otros muchos y también a niños pequeños, de esos que se llevan a la boca cualquier cosa.
Y porque para muchos cabroncetes preadolescentes desquiciados todavía es divertido apalear a un gato (el palo rojo es el mango de una escoba, y detrás del cadáver se ve una pequeña estaca blanca arrancada de cualquier lado). El gato tenía dueño, seguramente descuidado, que pensaba que está muy bien que salga fuera a desfogarse, a pesar de saber que por aquí los envenenan en cuanto tienen ocasión. No creo que nisiquiera lo echara mucho de menos; lo tienen asumido como esas cosas que pasan, mala suerte, deben pensar para quitarse la responsabilidad. Y también deben tener asumido que el que se enfrente a los gamberros que atormentan a los animales sea otro; no me vaya a pelear con el vecino, déjalo que nos metemos en un lío, a quién le importa un carajo un gato. En este caso me tocó espantar a los pequeños desgraciados a mi.
Así que para todos ellos, dueño, envenenador y niñatos, que os encontreis todos los males que causais. Y para todos los que tienen un mínimo de conciencia: No abandoneis animales a esta muerte tan desgraciada. Que ya está bien de dejar animales sueltos donde hay gente que hace esto, y todos lo sabemos.


¿Aún te parece una buena idea dejar a tu gato suelto por la calle?

De esta misma serie:

Algunas de las cosas que les pasan a los gatos en la calle (I)
Algunas de las cosas que les ocurren a los gatos en la calle (II)

2 comentarios:

  1. Gracias por defender esta causa. Antes las cosas eran diferentes y normalmente la gente respetaba, salvo en contadas ocasiones, al gato del vecino, todos le conocían y al gato no solía pasarle nada.

    Ahora los riesgos a los que se enfrenta el gato son muchos, dejarlos salir es una irresponsabilidad y el día menos pensado te quedas sin tu amigo ya sea por tener ideas arcaicas o por no querer ver el riesgo tan enorme al que se exponen.

    Un gato donde mejor está es en la casa de una persona que le cuide y vele por sus necesidades. Todo lo demás es un mito.

    Un saludo.

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  2. ¡Hola Elvira!, qué alegría volver a leerte y volver a leerte (el blog), tengo que hacerlo con calma, mientras tanto...¡un conejo!, familia supernuemrosa, es precioso.
    Sobre este tema, a partir de cierto grado de crecimiento del pueblo surgen los envenenadores, que suelen ser señoras mayores que creen que ensucian las calles -al menos esto lo veo mucho en Madrid- y que tienen mucha facilidad para dejar cebos envenenados. En mi pueblo lo sabemos, lo vemos y aún así dejan a al gato por la calle para que pille gatas, una inconsciencia que es asquerosa.

    Además es que la gente es tonta, estamos buscando a dos gatas de dos personas distintas que les ha pasado lo mismo: abrieron la puerta para atender a una visita, la visita vio salir a la gata y no les dijo nada -son dos casos iguales con personas completamente distintas implicadas-. Coño, si ves que mi gato sale de mi casa dímelo, cuántos digustos hubieran podido ahorrar estos dos lerdos que se callaron.

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