Los niños de cinco años provocan muchos sentimientos encontrados, y lo que es peor, los provocan simultáneamente. A veces, resulta que pueden ser muy graciosos cuando están siendo tremendamente cargantes.
Un niño de cinco años le dice a su madre:
- Pues no conozco a ningún Piñón.
- Claro, porque no existe el nombre de Piñón.
- Que sí existe.
- Que no.
- Pues tiene santo.
- ¿Qué?
- Sampiñón.
- ¿cómo que Sampiñón?
- Sí, como el revuelto de Sampiñones que hemos comido hoy.
(A continuación la madre comprueba cuándo le toca la siguiente revisión con el otorrino).
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