Breve cuento sobre lo absurda que es la medicina moderna, basada en especialistas en distintas partes de la anatomía que no saben nada de la anatomía de otras partes, aunque estén justamente al lado o pegadas, y cuyo máximo afán es entretener al personal con un sinfin de pruebas diagnósticas en equipos la mar de potentes, pero que no curan ni una pupa. El relato está basado en un caso real, pero para proteger la identidad de los protagonistas se ha optado por dar nombres ficticios o hacer como que lo son. Se han alterado algo ciertos hechos para hacerlos más creíbles. Lo de extender la longitud del cuento es totalmente injustificable, y no se justifica.
.- Escena primera. Clínica del Doctor Cito, afamado profesional con más de veinte años de experiencia en su especialidad.
Un hombre con la cabeza cuadrada al revés entra en la consulta del médico y le dice que viene porque tiene un dolor terrible en la boca cuando se tira un pedo, pero que si no se tira un pedo no puede abrir la boca lo suficiente para masticar.
El médico le mira con cara displicente, sin disimular su aburrimiento, y le contesta que es muy normal que le duela la boca, porque ya tiene sus años, y con los años la boca suele doler.
El hombre apenas se atreve a replicar:
- Pero oiga, le estoy diciendo que para poder comer tengo que tirarme pedos.
El médico se acomoda en la silla, le ha tocado un pelmazo.
- Bueno, unos se tiran pedos y otros cantan zarzuelas. Son los misterios de la vida. Pero como veo que está usted intranquilo, le recomiendo que vaya al otorrino a ver si se trata de una infección de oídos que le está provocando una sobrepresión en las trompas. Las de Eustaquio, entiéndame usted bien, porque como está usted enfermo ya se sabe que es usted un ignorante.
El hombre de la cabeza cuadrada entorna los ojos angustiado, y tras un segundo algo tenso en el que parece que va a echarse a llorar ahí mismo, delante del médico, se lo piensa mejor, levanta la mirada todo lo que puede hacerlo con su cabeza cuadrada al revés, y con determinación, hasta con rotundidad, le contesta:
-
He estado en el otorrino, en el proctólogo, y también en el psiquiatra, y hasta en un programa pionero de control del dolor por medio de antidepresivos y participación en coros de zarzuelas. Llevo cinco años de médico en médico, y todos me han dicho que lo que me pasa, sea lo que sea, no es asunto de su especialidad. Me estoy volviendo loco, ya no sé si por el dolor o por las actuaciones en el coro de zarzuelas.
Me han hecho quince colonoscopias, dos audiometrías, tres palpaciones de próstata, trescientos análisis de sangre y uno de heces.
Me han llamado pusilánime, fantasioso, ignorante, adicto a internet y quejica. Yo
me he querido olvidar de mis dolores contínuamente pero cada vez es
peor.
Ya le digo que para abrir la boca tengo que tirarme pedos, y
últimante tengo que comer a solas, se imaginará cómo dejo la habitación,
ya no se me acerca ni el perro. Y me duele terriblemente, porque además
tengo una muela picada, pero si no me tiro un pedo no puedo abrir la
boca.
El médico, que estaba mirando tranquilamente la punta de su nariz a través de sus gafas de leer mientras el chalado de la cabeza cuadrada soltaba este discurso, sale repentinamente de su ensimasmiento y le responde tajantemente:
- Es imposible que tenga usted un dolor de muelas, porque usted no tiene dientes.
-
Pero si se los puedo enseñar ahora mismo. Déjeme usted tirarme un pedete y ya verá los dientes que tengo.
- Quite, quite, qué asco. Le digo que usted no tiene dientes,y si quiere probarme que tiene usted dientes debera ir a hacerse una ortopantomagrafía en la que se le vean bien los dientes. Aquí tiene el volante para el otorrino y para la ortopantomografía. Además, es una gran cosa no tener dientes, no sabe cuantos pacientes míos han perdido los dientes y están la mar de felices, y como usted no los tiene, debería estar feliz y cantando zarzuelas.
-
De acuerdo doctor. Mientras tanto si me puede decir qué puedo hacer para el dolor...
- Cante zarzuelas, hombre. Mire la del manojo de rosas es una maravilla, alivia cualquier cosa, que le veo a usted muy tristón. Si quiere le receto también unos antidepresivos y otra visita al psiquiatra.
El hombre sale igual de dolorido que ha entrado en la consulta, pero mucho más cabreado. Después de tantos sufrimiento, y tanta zarzuela, está dispuesto a encontrar la razón de su malestar, a pesar de tener que hacerse una prueba totalmente innecesaria..
.- Escena segunda. Consulta de rayos. Barrio pijo, piso viejo de techos altos. Un selecto grupo de pacientes espera su turno. Exhiben dientes blanquedos, zapatos italianos y relojes de pulsera de acero.
Tras cicuenta y cinco minutos de aguantar versiones de ópera china de las obras completas de Morricone, por fin es el turno del hombre de la cabeza al revés. La especialista en rayos le hace el cuestionario.
¿Se llama usted?, ah Kafka, sí.
¿Edad?, sí.
¿Motivo de la prueba?. Mire, ya sé que consta en la ficha, se lo pregunto para ver si lo sabe usted, que nos viene mucho ignorante, y hay que ayudar al que no sabe.
Le hacen la pruebas, todo aparentemente normal, le confirman que tiene dientes. El hombre, angustiado, le cuenta a la especilista que le duele terriblemente la boca cuando se tira pedos. Que si puede ser porque tiene la mandíbula pequeña.
La especialista se apiada algo de él. Efectivamente, tiene la mandíbula pequeña y encima está dislocada, un poco más desencajada en el lado de la derecha, pero vamos, dislocada. Bueno eso es muy frecuente en las mandíbulas pequeñas, se dislocan con facilidad.
El hombre parece haber entrado en trance. Cómo es que nadie le advirtió antes de que las mandíbulas pequeñas se dislocan.
Pues mire usted, no sé a que médicos habrá ido, así que no puedo saber por qué no se lo han dicho.
Vaya, he pensado en voz alta. Se decide a preguntar qué tipo de operaciones se hacen para enderezar las mandíbulas.
La especilista le mira con ojos perdonarle la vida.
- Verá, esto de enderezar la mandíbula se hacía en el siglo pasado, que era un tiempo de bárbaros, ya sabe, Hitler y esas cosas, un siglo muy malo. Lo que ocurría es los pobres cirujanos se pasaban horas colocando mandíbulas en su sitio para que después los muy ingratos se quejaran de que les dolían los músculos del cuello, y es que ya estaban muy viciados, y la gente seguía quejándose y dando la lata. Así que en este siglo hemos espabilado mucho y la operación recomendada en estos casos es la extirpación total de la mandíbula.
- Pero...pero...¿no hay otra forma de hacer esto?.
- Pues claro, también pueden hacer otra cirujía para aliviar la presión que le provoca este problema y que consiste en la extracción de los testículos por vía anal. Aunque me figuro que usted prefirirá la extirpación de mandíbula. Anímese hombre, les ponen a ustedes un tubito la
mar de mono por el que pueden comer y hasta escupir, y no les vuelve a
doler la mandíbula nunca más.
Al comprobar el entusiasmo de la especialista en radiología por la extración de mandíbulas, y en general cualquier tipo de extirpación nuestro hombre sale de la consulta como alma que lleva el diablo. La especialista se queda pensando en lo mono que va a estar el señor Kafka sin mandíbula y con un tubito en la boca. La naturaleza crea individuos muy vulgares mientras que la cirujía sabe esculpir belleza abstracta en esos rostros anodinos.
.- Escena tercera. Nuevamente en la consulta del doctor Cito.
- Hola de nuevo, ¿Cómo está?.
El hombre está a punto de contestar que está fenomenal, viviendo la vida loca. Pero se calla, no quiere que le tomen por un provocador revolucionario agitamédicos.
- ¿Ha traído sus informes?.
Veamos, audiometría, bien, oye usted muy bien. Informe de radiología, 27 dientes sanos y uno picado, vaya.
-
Ya le dije que tengo dientes, responde el hombre de la cabeza al revés.
- No lo entiende usted muy bien, ya le dije que es un ignorante y que lo sé porque está enfermo -le contesta el doctor- , esto demuestra que usted tenía dientes en el momento que le hicieron la prueba, pero no hay nada que nos indique que los tuviera usted antes o que los siga teniendo ahora. Cuando hay problemas para abrir la boca, siempre hay un problema de dientes.
-
Y no será que tengo un problema relacionado con mi mandíbula dislocada.
- Veamos. Que no me abra la boca, hombre. Lo que importa es lo que pone en el informe, qué pesados se ponen ustedes. Sí, aquí está. Mandíbula manifiestamente pequeña y muy dislocada. Pero esto no es un problema. Es sólo la forma de su mandíbula, que es algo natural. A ver si es capaz de entenderlo, porque se ve que es usted un poco ignorante ya que está enfermo. Usted nació así, con esa birria de mandíbula, en consecuencia es algo natural y por lo tanto no puede dolerle en absoluto la mandíbula. Seguramente se trata de que usted no tiene dientes.
-
No, por favor. Vamos a dejar el asunto de los dientes y volvamos a la mandíbula.
- Que ya le digo que la mandíbula no es, no insista. que no le duele la mandíbula.
-
Sí, pero es que está dislocada, así que al moverla fuerzo los músculos de mi cuerpo, y seguro que es por eso que me tengo que tirar pedos para masticar, porque si no, no puedo abrirla tanto.
- Ah, es cierto. Tiene usted la mandíbula pequeña, por problemas de presión seguramente tiene usted dolor de culo. Usted cree que le duele la boca, pero en realidad le duele el culo. Es un dolor reflejo, ya le digo. Puede ir usted al proctólogo.
El hombre se revuelve muy incómodo cuando le mencionan una parte de su anatomía demasiado cercana a la zona testicular.
-
Muy bien, es verdaderamente interesante lo que me plantea. Es usted un grandísimo profesional, si me permite que se lo diga
- Dígalo, dígalo.
- Y no puedo expresar lo que aprecio su dotes de observación
- No debe poder, ya le he dicho que es usted un ignorante.
- Cierto, así que en mi ignorancia de enfermo, quisiera hablar de lo que me duele, de mi mandíbula. Si me doy masajes ¿existe alguna posibilidad de que mejore de lo mío?
- Sí, claro, esa es una gran idea. Además le podrán masajear las encías, como usted no tiene dientes...
-
Que dejemos lo de los dientes se lo pido por favor.
- Hala pues a masajearse la mandíbula, a ver si mejora usted. Vuelva en tres meses y me cuenta cómo le ha ido. Y tome sólo alimento líquido, porque usted no tiene dientes, lo sé porque soy especialista en bocas.
- Pero...
- Adiós, adiós. ¡Adiós!. No se olvide de cerrar la puerta al salir.
El doctor se queda solo. Suena el teléfono. Es una colega. Le cuenta un caso verdaderamente curioso que está llevando.
Doctor Cito se interesa, se sorprende, no puede reprimir su entusiasmo, contesta a su colega gritando:
"¿Qué me dices Frankie?. ¿Que para poder masticar se tiene que tirar pedos? . En mis veinte años de carrera profesional nunca he oído nada semejante, pobre diablo. Estos enfermos no saben enfermarse como Dios manda y luego encima pretenderán que les curemos"