Ya comenté que Woodrow Borah se pasó la 2ª Guerra Mundial trabajando para la Oficina de Estudios Estratégicos de USA (la OSS), que para quienes no estamos muy familiarizados con el devenir de estos organismos hay que señalar que fue el germen de la CIA...
Lo cual ya da mucho que pensar.
Y más recelo crea el asunto de que los estudios de población de Berkeley firmado por Borah coincidieran en el tiempo con ciertos esfuerzos de la política estadounidense por frenar el acercamiento entre España y algunas repúblicas hispanohablantes en América. Que no es por ser malpensados, se trata de simple sentido común que si te van contando que la colonización española en América tuvo como resultado la desaparición del 90% de su población indígena no es una cosa muy agradable de oir en América... pero vaya...
Eso sí, lo que me resulta patético es que después de más 60 años de entregas de estimas de población y mortalidad a raíz de la llegada de los españoles, a cada cual más catastrofista; ningún intelectual español se haya propuesto investigar cómo se hicieron esas estimas y que la mayor crítica venga de un historiador estadounidense, David P Henige, quien para más datos tiene una imagen muy pesimista de dicho periodo español...
Pero es que lo que está mal hecho, está mal hecho. Lo haga quien lo haga. Y eso honra a David P. Henige.
Aunque... frente a esto la indiferencia por conocer este asunto de las estimas de población por parte de los historiadores españoles... pues qué voy a decir, es deprimente.
Desde los tiempos de Borah y Dobyns, los autores de las estimas más influyentes, se han publicado centenares de otras estimas en esta línea, una altísima mortalidad en el siglo XVI, usando los mismos métodos -emplear una o varias estimas anteriores como referencias, no entender el uso de términos en las escasas fuentes originales que consultan e ignorar todo tipo de críticas en contra.
¿Y qué tenemos? que estos centenares de estimas, convenientemente seleccionadas y sometidas a la ingeniería matemática que sea del gusto del autor, sirven para hacer nuevos papers en los que se sostenga que la población disminuyó en un 90% en el siglo XVI -cosa nada gratuita, la colonización inglesa comenzó en el siglo XVII:
Un estudio del que se hizo eco la prensa en inglés cuatro días antes de publicarse. Lo cual ya da idea de que es una herramienta política y no científica.
Pero la cosa no tiene por qué terminar ahí. Los ladrillos con los que se levanta este argumento no probado son las estimas de población alcista. Que también pueden servir para construir un argumento de una mortalidad del 99% o del 95%, porque todo depende de los estudios que se seleccione y el tratamiento matemático que se aplique para sacar medias y medianas.
A pesar de todo esto, los historiadores españoles siguen despreciando estas investigar estas estimas alcistas y saber cómo las hicieron en realidad; cuando no las abrazan con entusiasmo.
Y algo se revuelve dentro de mí al ver tanto conformismo, falta de curiosidad y desprecio hacia cómo se pueden sacar de la manga que los españoles consiguieron matar (eso sí, por enfermedad) al 90% de los indígenas, mientras que los ingleses parece que no eran capaces de pegarles ni un resfriado.
Al menos, en el mundo de los papers, ya se han dado perfecta cuenta de cómo se las gastan estos autores:
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Attribution of the onset of the Little Ice Age to the European colonization of the Americas
The mechanism proposed to motivate the onset of the Little Ice Age is worth further discussion. The attribution of the “between 47% and 67% of the 15–22 Pg C (7–10 ppm CO2) decline in atmospheric CO2 between 1520 CE and 1610 CE” to the European colonization is an overestimation. This is the result of overrating the number of peoples living in the Americas before colonization, estimated at 60.5 million, overrating the number of deaths attributed to the colonization, estimated at 56 million,>>
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S2352409X19303360
Sin embargo entre los que supuestamente tienen que saber de qué va todo esto, para poder rebatirlo... en fin, qué coraje.
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